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Y ¿cuál es la mejor manera de degustar estas delicias del mar?. Como siempre para gustos están los colores y las formas de cocinar. Personalmente voto por la más sencilla de las elaboraciones; un poco de sal, unas láminas de ajo, un poco de buen aceite de oliva a buena temperatura, unos segundos de fritura y… a disfrutar!


Ya van llegando las primeras anchoas a nuestras costas del Cantábrico. En grandes bancos, formando esas maravillosas estructuras que agrupan a miles –tal vez cientos de miles– de ejemplares que parecen moverse en una perfecta coreografía, como si el grupo estuviera dirigido por un gran cerebro único, común y compartido.

Y, si lo pensamos bien, todas y cada una de ellas –de nuestras sabrosas flechitas plateadas– son un regalo de nuestros mares y nuestros pescadores. Un regalo de esfuerzo y paciencia, de saber y sabor. Un verdadero deleite de suave perfume marino, de una carne levemente fibrosa y, al mismo tiempo, untuosa. Un regalo, aparentemente sencillo, que admite, con resultados sobresalientes, infinidad de preparaciones que van de lo más simple –como mi receta básica de Anchoas fritas a la Donostiarra– hasta las más modernas y sofisticadas preparaciones de muchas estrellas –como, por ejemplo, la sublime Lasaña de Anchoas de Fernando Canales del Restaurante Etxanobe-.

En definitiva, es tiempo de anchoas. Es tiempo de acercarse a nuestras pescaderías y disfrutar, como siempre, de nuestras sabrosísimas flechitas de mar. Ahora y siempre.