¿Hay alguien a quien, de verdad, no le gusten los macarrones con queso y gratinados al horno?
Lo pregunto porque, si así es, tendré que modificar mi percepción sobre la universalidad -y sencillez absoluta- de este plato. Y como con todo buen plato universal, existen tantas versiones de él como cocineros y cocinillas los preparan.
Recuerdo, en mis primeros tiempos de casado, la divergencia de opiniones -o disparidad de criterios- que manteníamos mi mujer y yo sobre los ingredientes que han de constar en tan rica receta. A mi modo de ver, éstos debían de ser, fundamentalmente, cuatro: macarrones, chorizo, tomate y queso. Bajo su punto de vista -es decir tal y como los preparaban en su familia- cuatro, también debía ser los ingredientes, pero sustituyendo el tomate por salsa besamel. Obviamente, y con el paso del tiempo, llegamos a una solución de conformidad que consistente en emplear ambas salsas -fusión que se llamaría en los foros de la modernidad-. Y, así, lo que podría parecer un acuerdo gastronómico de mínimos, acabó convirtiéndose en un acuerdo de máximo sabor y pleno disfrute.