Me encanta el pescado y, sobre todo, los de carne firme como el rodaballo, el rape o el san Pedro. Así que, hace unos días, en una de mis habituales visitas a la pescadería, no pude resistirme ante un estupendo rodaballo fresco que me miraba con ojos prometedores. Como estaba organizando una pequeña comida familiar decidí acompañarlo de un modo no demasiado convencional aprovechando algunos retazos culinarios franco-italianos; unas patatas fritas a la francesa -pommes rissolées- y un falso Pesto con base de almendras. He de decir que la combinación de sabores y texturas resultó ser un acierto y que de nuestro pobre rodaballo solo quedó el recuerdo -un estupendo recuerdo, por cierto-.