Desde que a principios de este verano leí un interesantísimo artículo en el que se elogiaban las infinitas bondades de la sandía, decididí darle una nueva oportunidad a esta peculiar y refrescante fruta. Tal vez porque creo no haber tenido la oportunidad de disfrutar de una sandía recogida en su mejor momento o en su punto óptimo de maduración y consumo es por lo que nunca he prestado demasiada atención a esta redonda -en el más amplio sentido de la palabra- fruta de verano.