
También llamadas rosquillas de anís o, más genéricamente, rosquillas fritas. Un sencillo y sabroso postre, que gusta a todo el mundo y que cada año por estas frías fechas carnavaleras nos acompaña a cualquier hora, ya sea como desayuno, postre o merienda. Como dice la copla: «Juntáronse por un día don Carnal y doña Cuaresma / aceite hirviendo aquél, masa fresca ésta / y de entre ambos los dos nació esta receta/ rosquillas de carnaval, buenas si te levantas, buenas si te acuestas».
Es esta una receta tan tradicional como lo son sus ingredientes y elaboración y de ella puede haber tantas versiones y variantes como cocineros, hogares y lugares en los que se elabora. La receta que os anoto a continuación me la facilitó mi suegra –los más habituales ya sabéis que lo mío no son ni los postres ni los dulces– y proviene de la Ribera Navarra. Para la elaboración vamos a necesitar;
- 300 gramos de Harina.
- Medio sobre de Levadura.
- Tres Huevos.
- Unos 40 gramos de Mantequilla.
- Una copita de Anís –es opcional aunque recomendable-.
- Unos 50 gramos de Azúcar.
- La ralladura de medio Limón.
- Un poco de Azúcar Glass para la decoración –se puede combinar opcionalmente con un poco de canela en polvo-.
- Aceite de Oliva virgen extra para freír.

Manos a la obra. Mezclamos en un bol todos los ingredientes y amasamos hasta obtener una masa firme y homogénea. A continuación la estiramos haciéndola rodar sobre una superficie enharinada y modelamos los bastones resultantes una vez cortada la masa en porciones como mejor nos apetezca; en forma de rosquillas, palitos, trenzas, corazones, etc. Simplemente hay que procurar mantener el mismo grosor –aproximado– a lo largo de todas las piezas, ya que ello facilitará y equilibrará la fritura.
Calentamos abundante aceite en una sartén pequeña y, sin dejar que llegue a estar muy caliente, vamos friéndolas por tandas. Es muy importante hacerlo lentamente para que el interior se haga sin que se quemen por el exterior. Una vez estén bien fritas y con el color adecuado las reservamos en un plato con papel absorbente para secar y retirar el exceso de aceite.

Para acabar, colocamos las rosquillas en una fuente o plato de presentación, las espolvoreamos con el azúcar glass –o un poco de canela en polvo– y ya tenemos listo un postre o tentempié ideal para cualquier momento del día –o de la noche-. Bon Appétit!
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ohhhh me encantan!
como me recuerdan a mi abuela ♥
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Es lo bueno de estos postres tan tradicionales, siempre tiene un bonito hueco en nuestra memoria. Gracias por tu comentario :-*
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Lo mismo me pongo este finde a ello….
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y lo mismo te quedan estupendas! Ya nos contarás 😉
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Me encantan, ese olor me recuerda a mi niñez, a mis tías en el pueblo en la cocina y a mis primos gritando y pidiendo sus dulces. Todo un clásico que merece la pena compartir.
Saludos.
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Muchas gracias por tu comentario. Qué cierto es que las mejores recetas son aquellas que son capaces de transportarnos en el tiempo y hacernos recordar instantes y situaciones vividas. Un abrazo.
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