Clásico por lo habitual en nuestra cocina -y en la de nuestros padres- y básico por la sencillez de su elaboración. Una entrada suave pero consistente, ideal para estos días de frío y que combina el amargor -cada vez más limitado genéticamente- de la endivia -o endibia- con la cremosidad de una salsa besamel ligera y el punzante e intenso toque del queso Roquefort. Cuenta la leyenda que el «invento» de esta verdura proviene de un campesino que quería ocultar en una cueva sus achicorias silvestres y que éstas, privadas de la luz y en un entorno húmedo, produjeron la exquisita hortaliza de invierno que ahora disfrutamos. Una vez más -y como en el caso de las leyendas sobe la Carbonara- no voy ser yo quien desmitifique tan simpática leyenda -si bien es cierto que fue, en su origen, desarrollada artificialmente en unos jardines botánicos de Bruselas-.