Comentábamos hace unos meses –cuando disponía, seguramente, de más tiempo y, tal vez, más entusiasmo-, que si hay una prueba irrefutable del surrealista sentido del humor de la Madre Naturaleza ésta es la eclosión de las pochas –o judías blancas tiernas– en plena canícula veraniega. Realmente hace falta valor, o un clima como el que disfrutamos en este insignificante y húmedo punto del manicomio circular llamado Tierra, para aventurarse –cuchara en una mano, trozo de pan en la otra– con este vivificante y exquisito producto veraniego. No es menos cierto que, en este guiso, solo añadimos verduras a la verdura, ya que las pochas como tales han de ser consideradas. Que, curiosamente, pocas veces las carnes grasas hacen acto de presencia. Que la sutileza de la preparación ha de brillar en lo contenido de sus aromas y…