Si hay un plato que aúna sencillez con economía, tradición con exquisitez y sabor con lógica éste ha de ser, sin lugar a dudas, la sopa de pescado a la donostiarra. Esta sopa me ha acompañado la mayor parte de mi vida, primero con un mal menor –nunca he sido particularmente afín a sopas y caldos-, después como un reconfortante y evocador plato y, finalmente, como base y tótem de una parte de la cocina familiar y local. Esta sopa –según la Academia «plato compuesto de un líquido alimenticio y de rebanadas de pan»– es un grandioso ejemplo de sencillez de preparación e ingredientes, de aprovechamiento y reutilización de los mismos y, también –y ante todo-, una reconfortante y sabrosísima entrada. Partiendo de las partes menos nobles de los…
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