Castaño
Seduto sotto un albero a meditare / mi vedevo immobile danzare con il tempo… {Haiku / Franco Batiatto}


Hace ya unas semanas que los pequeños y punzantes frutos del castaño cuelgan de sus ramas. Y hace pocos días que han comenzado a caer a tierra, mostrando su sabroso, dulce y tierno fruto; el otoño ya está aquí.

Recuerdo mi niñez, cuando alrededor de la casa familiar crecían abundantes castaños y recoger su fruto era una de nuestras actividades otoñales favoritas. Provistos de improvisados guantes y bolsas de todos los tamaños y colores partíamos a recoger las casi infinitas castañas que cubrían el suelo a modo de punzante y salvaje alfombra otoñal.

Recuerdo, también, las numerosas historias de subsistencia en las que la castaña, humilde y accesible sustituta de la harina, había paliado el hambre en tiempos de penuria de no pocas familias. Pan de castañas, puré de castañas o simplemente castañas cocidas o asadas constituían uno de los pocos aportes energéticos al alcance de cualquiera. Hoy hablaríamos del Marron glacé, de finas láminas crujientes o de aromáticas infusiones. Puede que todo haya cambiado aunque, tal vez, no tanto como a veces pensamos.

Recuerdo, en fin, su reconfortante aroma, sentados junto al fuego, mientras se asaban lentamente en un rústico “danboril” –o tamboril-. Tiempos en los que la televisión y otros ruidos importaban menos y las personas más.

Vuelven el otoño y las castañas. Dejemos que la dulce suavidad de éstos y otros de sus frutos –moras, avellanas, hongos, …– nos acompañen y nos hagan disfrutar de la más bella y serena estación del año.