O lo que es lo mismo, pastas mariposas al gusto de la Zarina. Pero antes de comenzar con su elaboración permítanme reseñar un par de cuestiones. En primer lugar, es ésta una de las primeras recetas que tuve el gusto de conocer a través de internet -allá, en un lejano 1997- gracias mi amigo Massimo con quien tuve el gusto de compartir mesa y pantalla -virtual- en el antiguo newsgroup llamado es.charla.gastronomía -que desconozco si sigue existiendo-. Desde entonces, he preparado esta receta en múltiples ocasiones y debo reconocer que siempre ha resultado del gusto de los comensales. Grazie mille Massimo!. En segundo lugar también me gustaría aclarar que no me gustan particularmente las pastas -ni tampoco los arroces- con nata añadida. Creo que la cremosidad, como cualidad, debe emanar de los ingredientes básicos, no de los añadidos. En cualquier caso, y una vez hecha esta última salvedad, me voy a permitir recomendarles de todo corazón que se animen con esta estupenda receta, para la que necesitaremos:

  • 400 gramos de Farfalle o pasta en forma de lazos o mariposas -a razón de unos 100 gramos por comensal-.
  • Una nuez de Mantequilla.
  • Una Cebolla.
  • 150 gramos de Salmón Ahumado.
  • Una tarrina de sucedáneo de Caviar -o de caviar propiamente dicho, pero de esto ya hablaremos más adelante-.
  • Una copita de Vodka -blanca, sin hierbas ni otros añadidos-.
  • 200 cl de Nata.
  • Una ramita de Eneldo.
  • Sal y Pimienta Blanca al gusto.

La elaboración es muy simple. Ponemos agua a hervir -a razón de un litro por cada 100 gramos de pasta- y, cuando rompa el primer hervor, añadimos un generoso puñado de sal. Mantenemos el agua a punto de ebullición y hervimos la pasta siguiendo los tiempos indicados por el fabricante.

Mientras tanto, vamos pochando la cebolla en una sartén amplia en la mantequilla, hasta que se vuelva transparente. Picamos el salmón en tiras finas e incorporamos aproximadamente la mitad, volteando el conjunto. Añadimos, inmediatamente, la copa de Vodka y continuamos removiendo todo a medio-fuerte hasta que el alcohol se evapore.

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En este punto incorporamos el resto de salmón, la nata, el eneldo picado finamente y el caviar y dejamos reducir hasta que la salsa resulte muy melosa y densa.

Escurrimos la pasta -que, como siempre ha de estar «al dente», blanda por fuera y ligeramente resistente en su centro-, reservamos un vaso del agua de su cocción e incorporamos ambos -pasta y agua de cocción- a la salsa. Mezclamos rápidamente todo, añadimos un par de buenos golpes de molinillo de pimienta blanca y servimos el plato bien caliente acompañado de un chupito de vodka bien frío -para los más osados- o un buen vino blanco fresco, punzante y ligeramente ácido -un buen Txakoli de Getaria, por ejemplo- que contraste con la dulce melosidad de la preparación.

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El resultado es sumamente meloso y aromático, combinando los aromas herbales frescos del eneldo con las peculiaridades aromáticas de los ahumados y la cremosidad de la nata. Todo un festín que espero ustedes disfruten. Bon appétit!