Voy a ser absolutamente sincero: mi único consuelo frente al final de la temporada de las alcachofas es el inicio de la temporada de espárragos. Si las primeras me encantan, los segundos –sencillamente– me apasionan. Pero esto no es todo; podríamos seguir la cronología de las delicias de la huerta contando que el final de los espárragos coincide con el inicio de los guisantes, el de éstos con los calabacines, a los que siguen las primeras legumbres frescas, tomates, etc. ¿Hay alguien que se atreva decir que ésta no es otra estupenda –y nutritiva– manera de disfrutar de la naturaleza? Decía un buen amigo –tan mal pensado como bien pensante– que todo esto, en el fondo, no deja de ser una conspiración de la naturaleza para mantenernos alejados de las suculencias carnívoras que la misma madre…