Muslo y Pechuga
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Frittata de Alcachofas, Setas, Panceta y Piñones

Publicado el sábado, 5 marzo, 2016

Es decir, una tortilla aderezada con todos los ingredientes del título y acabada al horno. Y no hay ningún secreto más. Siempre he tenido la impresión de que la Frittata es la tortilla ideal para quienes no quieren negociar el –a veces– complejo volteado y, además, obtener un resultar menos graso –esto va al a favor– y algo más cuajado –y esto a la contra-.

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Digamos que las tortillas que habitualmente practico se dividen, básicamente, en tres categoría; revueltos casi-cuajados, al modo de unos scrambled eggs –huevos revueltos– a la americana, revueltos o tortillas varias semi cuajadas y, por último, frittatas o tortillas bien cuajadas. Esta última categoría es la que, particularmente y en principio, menos me atrae, si bien todo depende de los ingredientes y el acabado.

Así que, si hay que elegir un buen combo de productos para la frittata, creo que los que hoy os propongo son una combinación ganadora; alcachofas tiernas y en plena temporada –y que prepararemos de un modo «especial»-, setas fresquitas y jugosas, panceta grasa y crujiente, y un complemento aromático a base de piñones, perejil y tomillo. ¿Sugerente?. Para mi al menos, sí. Vamos con los ingredientes:

  • Media docena de Alcachofas de Navarra medianas –vale, pueden ser de otra tierra, pero tiro para mi tierra ancestral y adoptiva-.
  • Seis Huevos frescos y grandes.
  • Unos 200 gramos de setas Shitake –o boletus, setas de temporada, champiñones frescos, al gusto y según disponibilidad-.
  • Una loncha gruesa de Panceta Ahumada –que cortaremos en daditos-.
  • Un buen puñado de Parmesano rallado –u otro queso seco-.
  • Un diente de Ajo –o dos, al gusto-.
  • Una cucharada de Perejil fresco –picado finamente-.
  • Una pizca de Piment d’Espelette molido –o media Pimienta Cayena desmenuzada, opcional-.
  • Un puñadito de Piñones crudos.
  • Unas ramitas de Tomillo seco –al gusto-.
  • Unas tres cucharadas de Nata o Leche –entera o desnatada, al gusto-.
  • Aceite de Oliva Virgen Extra.
  • Sal y Pimienta –al gusto-.
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Vamos a comenzar por preparar las alcachofas. Ponemos una cazuela con agua y un poco de sal y la llevamos a ebullición. Cuando comience a hervir, introducimos las alcachofas enteras y sin pelar. Dejamos cocer suavemente durante unos 20 minutos –dependiendo de lo frescas que sean, su tamaño, etc-. Podemos comprobar el punto de cocción pinchando con una puntilla en la base y, cuando la atraviese con facilidad, las sacamos y sumergimos directamente en una fuente con agua, hielo y un poco de sal. Una vez frías las pelamos, tallamos la base, cortamos las puntas y, para acabar, las partimos por la mitad –o en cuatro si son más grandes-. Las reservamos en agua fría.

Este sistema nos ayuda a realizar la preparación fácilmente, sin mancharnos, conservando el color verde y evitando que las alcachofas ennegrezcan por oxidación. Una buena idea.

Continuemos: limpiamos las setas con la ayuda de un cepillo y un paño húmedo, las troceamos y reservamos. Troceamos también la panceta en daditos y picamos el ajo muy finamente. Para acabar con lo preliminares podemos rallar el queso y reservarlo hasta el momento de su incorporación al tiempo que vamos precalentando el horno a unos 180ºC.

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La tradición dice que la frittata ha de hacerse en una sartén de mango de metal –o desmontable– ya que terminará en el horno. Como esta temporada estoy escaso de utensilios –cosas del traslado– he optado por preparar la base en una sartén y terminar la receta en una fuente de horno. A veces lo más tradicional es saltarse las tradiciones.

Lo dicho, tomamos una sartén, pintamos el fondo con un par de buenas cucharadas de aceite de oliva, freímos suavemente los ajos y, antes de tomen color, incorporamos los dados de panceta. Salteamos durante un par de minutos e incorporamos las setas y las alcachofas escurridas y troceadas. Salpimentamos, añadimos el perejil picado y una pizca de pimiento d’Espelette –opcionalmente– y dejamos hacer durante unos diez minutos a fuego medio removiendo de vez en cuando. Mientras tanto batimos los huevos junto con la leche y el queso hasta obtener una mezcla homogénea.

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Una vez transcurrido el tiempo podemos optar por verter los huevos mezclados en la misma sartén –fuera del fuego-, mezclar bien e introducirla en el horno o, como en mi caso, pasar la fritada al bol de los huevos, mezclar y trasvasar a una fuente de horno engrasada con un poco de aceite de oliva. En el primero de los casos necesitaremos unos 20 minutos de horno y, en el segundo, unos 25. Una puntilla nos indicará cuando la frittata está perfectamente cuajada.

En ambos casos, y antes de acudir al horno, espolvoreamos el tomillo y los piñones sobre la mezcla. Esto contribuirá a que la superficie –además de resultar más atractiva– resulte realmente –veramente– aromática.

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Una vez comprobado el punto de asado extraemos la fuente o sartén del horno, troceamos la frittata en cubitos y preparamos una rápida ensalada a base rúcula y canónigos –para aportar un leve matiz terroso, seco y amargo– que la complemente y acompañe. Todo listo; podemos descorchar un vino tinto joven para incorporar más matices frutales, trocear una buena hogaza de pan y disponernos para el disfrute de una receta que es tan sencilla como deliciosa. Espero que ustedes la preparen y disfruten tan frecuente y gustosamente como este servidor que, sin más demora, se despide ustedes no sin antes desearle, como siempre, bon appétit!

Categorías:Huevos y derivados, Pintxos y Entradas

Etiquetado:Alcachofa, Asados, Fritos, Huevos, Panceta, Parmesano, Setas, Tomillo

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Maki de Endivias en tres texturas con su Tartar de Cangrejo y Piñones

Publicado el lunes, 29 febrero, 2016

Esta receta es mi aportación a la Edición de Febrero 2016 del Juego de Blogueros 2.0 que como siempre dirige nuestra amiga Mònica desde su Blog Dulcedelimón que os invito a conocer y disfrutar.

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Podéis deleitaros con el resto de recetas de esta edición del juego dedicada a la endivia -o endibia, que tanto da- en los blogs que escriben nuestras amigas y amigos:

  • Elvira de Así se como en Granada
  • Fran de ¡Cocinar y a comer!
  • Fe de Código Secreto 280
  • Carmen de Croqueteandoo y mas
  • Ligia de Los Dulces de Ligia
  • Mònica de Dulcedelimón
  • Inma de Entre 3 fogones
  • Pilar de Empuja con pan
  • Ana de Entre obleas y a lo loco
  • Silvia de Kuinetes
  • Silvia de Mis deliciosas tentaciones
  • Noelia de Noestevez’blog
  • Leila de La Nueva Cocina de Leila
  • Maribel de Picoteando ideas
  • Sara de Recetas & Co.
  • Neus de Rorosacabolas
  • Silvia de Una pizcadena

Tres mejor que una {parte uno}

Y, al final ha sido un Maki. Me explico; tras el reñido y, al parecer, poco inspirador resultado de la votación mensual, me propuse –humildemente, como siempre– rehabilitar la imagen de la endivia con un par de notas y consejos así como con una receta que pudiera aportar algo de versatilidad a una verdura que parece destina únicamente a servirse hervida o en ensalada.

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Para ello comencé asociando nuestras endivias con la col china, de aspecto similar pero características muy diferentes, un experimento  –en forma de wantán- que resultó interesante para su –futura– evolución. Segundo intento, más próximo geográficamente, en forma de una Quiché que reinterpreta, en caliente, la ensalada de endivias con Roquefort y nueces; interesante también pero –tal vez– un tanto obvio. Vuelta a empezar, pero esta vez, la tercera es la definitiva.

Tres mejor que una {parte dos}

La clave tenía que partir de poner en valor el ligero amargor de la endivia; más intenso cuando se asa, más refrescante en crudo y más herbáceo tras la cocción. Además, su textura puede resultar levemente fibrosa, crocante o crujiente según la técnica que empleemos… todo un lujo de matices y texturas, así que ¿por qué no las tres al mismo tiempo?

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El cómo hacerlo y con qué completar la receta surgió, como tantas veces, de forma inesperada: un leve destello. Endivias con sabor a mar, tal vez por alejarnos de los clásicos acompañamientos a base de quesos y chacinas. Y con un toque de exotismo; algas, cangrejos, jengibre… Y, para aprovechar sus tres texturas, un soporte flexible, capaz de contener el crujiente y aromatizarlo al mismo tiempo: algas nori!. Todo nos dirige hacia un maki-sushi en el que sustituiremos el arroz –sushi– por un tartar de endivias y marisco.

A partir de este punto todo encaja y solo nos falta ponernos manos a la obra. Completaremos el relleno con ingredientes que aporten algo de humedad y, ya que hemos vuelto al carácter oriental de la preparación, la acompañaremos con una salsa de soja reducida y aromatizada.

Los ingredientes.

  • Dos Endivias medianas –que prepararemos de tres modos diferentes-.
  • Un par de cucharadas de Mahonesa casera.
  • Una cucharadita de Mostaza fuerte de Dijon –al gusto-.
  • Una lata de unos 150 gramos de Cangrejo Ruso –sucedáneo o surimi-.
  • Media Cebolleta fresca –al gusto-.
  • Una cucharada de Alcaparras encurtidas –al gusto-.
  • Una Lima –solo emplearemos el zumo-.
  • Un puñado de Piñones –que saltearemos en seco-.
  • Una cucharada de Jengibre rallado.
  • Unos 150 mililitros de Salsa de Soja.
  • Medio vasito de Vino Blanco seco –unos 100 mililitros-.
  • Un par de cucharadas de Vinagre de Arroz –o de manzana-.
  • Unas tres cucharadas de Azúcar Moreno.
  • Aceite de Sésamo –unas gotas-.
  • Sal y Pimienta –al gusto-.
  • Una pizca de Piment d’Espelette en polvo o Pimentón picante- para el emplatado-.
  • Unas gotas de Wasabi –para el emplatado-.

Las Endivias.

Comenzaremos por preparar las endivias. Las lavamos bien y retiramos una docena de hojas exteriores. Cortamos transversalmente –a lo largo– las verduras y sacamos un par de láminas del centro de cada pieza de un milímetro de grosor aproximadamente. Picamos el resto en juliana fina y reservamos.

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Cocemos las hojas exteriores en abundante agua con una pizca de sal y otra de azúcar durante unos 8 ó 10 minutos, escurrimos y reservamos las hojas en papel absorbente hasta que queden perfectamente secas. Reservamos.

Para la tercera textura disponemos las láminas centrales de las endivias sobre papel sulfurizado, añadimos unas gotas de aceite de sésamo –o de oliva-, una pizca de sal, tapamos con otra hoja de papel y horneamos durante una hora a unos 150ºC.  Retiramos del calor, terminamos de secar en papel y reservamos. Las tres preparaciones ya están listas.

El Tartar.

El proceso para el tartar es tan sencillo como mezclar los diferentes ingredientes y comprobar que el punto de sabor es el ajustando a nuestro gusto; acidez, picante, suavidad, etc.

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Tomamos un bol y depositamos las endivias troceadas en juliana fina, la media cebolleta fresca y las alcaparras picadas muy finas, la carne de cangrejo limpia y escurrida, la mostaza, mahonesa, el jengibre rallado, unas gotas de zumo de lima, unas hojitas de perejil picadas, un poco de pimiento de Espelette –opcional-, un poco de sal y pimienta. Mezclamos bien y, una vez el sabor esté a nuestro gusto pasamos la mezcla a un colador fino a fin de eliminar todo el líquido posible –esto facilitará la manipulación del maki-. Reservamos en frío hasta la hora de montar.

Al mismo tiempo tomamos un cazo y mezclamos la salsa de soja con el vinagre de arroz, dos cucharadas de azúcar moreno y el vino blanco. Llevamos a ebullición y dejamos reducir hasta obtener una textura de jarabe. Reservamos a temperatura ambiente.

Finalmente salteamos los piñones en seco y con un poco de sal hasta que presente un bonito tono tostado. Reservamos.

El Maki.

Futomaki, para ser más exactos, ya que el grosor del cilindro resultante rondará los 30 ó 40 milímetros. El proceso de montaje es mucho más sencillo de lo que parece y con un poco de cuidado, algo de habilidad y las manos bien secas –y limpias– formar los cilindros no presenta ningún problema. En cualquier caso os podéis ayudar con una esterilla de bambú o –incluso– con una de esas maquinas de hacer sushi que proliferan por las grandes superficies.

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Lo primero que haremos es disponer una hoja de alga nori –cara rugosa hacia arriba– sobre una superficie plana de trabajo. Sobre ésta colocaremos unas hojas de endivia cocida hasta completar el ancho. Con la ayuda de una cuchara depositamos sobre éstas una hilera de tartar que remataremos con unos piñones salteados y salados.

Enrollamos con cuidado, presionando suavemente para que el interior se compacte ligeramente y, una vez acabadas de enrollar las endivias cocidas, mojamos una franja de un centímetro –más o menos– en el extremo superior del alga y cortamos y desechamos el resto. Giramos el rollo hasta que la parte mojada se adhiera al resto. Maki listo!. Preparamos otros tantos rollos como nos permita el relleno. Reservamos en frío hasta el momento de emplatar y servir.

Acabado y Presentación.

En el momento de servir cortamos ambos extremos de los cilindros y los desechamos. Troceamos el resto con la ayuda de un cuchillo bien afilado y mucho cuidado en porciones de unos 20 ó 30 milímetros de grosor.

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Disponemos en los platos un cordón de la reducción de soja, una lámina crujiente y un par de porciones de maki. Decoramos con un poco de pimiento o pimentón en polvo, unos piñones tostados y un poco de wasabi. Podemos presentar el resto de las porciones en una fuente cerámica acompañada de un cuenco con el resto de la reducción de soja. Ya solo falta pasar a la mesa y disfrutar de este tartar disfrazado de maki o de este maki sin arroz, suave, aromático y con texturas contrapuestas de nuestra verdura del mes y, a partir de ahora, de muchas ocasiones más. Seguro que así será!

Y esto es todo. Una vez más, termino reiterándome en el disfrute que supone pensar, evolucionar una idea, ponerla en práctica, degustarla, fotografiarla y redactarla. Todo ello es fruto de este apasionante reto del que todos sacamos buenas y sabrosas lecciones. Este es el Juego de Blogueros 2.0. Espero que ustedes también lo disfruten. Por mi parte ya solo me resta desearles todo lo mejor y, como siempre… Bon appétit!

Categorías:Juego de Blogueros 2.0, Pescados y Mariscos, Primeros platos

Etiquetado:Alcaparras, Alga nori, Cangrejo, Endivia, Especias, Mostaza, Soja

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Panceta asada en Leche y Salvia

Publicado el viernes, 19 febrero, 2016

Vamos con una receta tan simple que casi produce sonrojo el anotarla, pero que, al mismo tiempo, es de un resultado tan delicioso y sorprendente que puedo garantizar –y garantizo– que su sola lectura y degustación provocará un enjambre de nuevos adictos y desesperados a la caza y elaboración de la «panceta perfecta». Quedan ustedes –y sus arterias– advertidos.

Fue hace ya unos años cuando esta elaboración apareció por primera vez ante mis ojos en uno de esos anodinos programas de cocina en el que lo verdaderamente interesante era la presentadora, la decoración y el paisaje. Repentinamente, en medio del murmullo –y arrullo– catódico, algo captó mi atención; unas palabras en –mal– italiano, seguidas de «cena de amigos» y el adjetivo «sencillo». Será por empatía perruna, pero alcé la vista y el ocico al unísono hacia la caja en la que todo pasa. El asunto era realmente sencillo: creo que todo sucedió en menos de un minuto y la anotación de la receta –que aún debo conservar en alguna caja– cabía en uno de esos bonitos papeles amarillos y auto-adhesivos –he aquí la explicación a esta parrafada introductoria-.

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Realmente, y bromas aparte, el resultado de la receta es espectacular ya que combina –bajo mi punto de vista– lo mejor de los asados de cerdo; una carne deliciosamente jugosa y melosa –además de parcialmente desengrasada– con una piel dura y crujiente. Si a esto le añadimos los aromáticos matices de la salvia, la intensidad de las pimientas recién molidas y el punto salino que toda buena corteza de cerdo ha de tener, creo que poco queda por explicar. Vamos con los ingredientes que vamos a necesitar;

  • Una pieza de Panceta fresca de aproximadamente un kilo y cuarto.
  • Un litro de Leche –yo utilizo desnatada-.
  • Una docena de hojas de Salvia fresca.
  • Una cucharadita de Mezcla de Pimientas y Bayas recién molidas –pimientas negra, blanca, Jamaica, rosa y coriandro-.
  • Un par de cucharaditas de Sal.

El secreto para el éxito de esta receta es conservar la piel seca a lo largo de todo el proceso. Si comenzamos por lavar la pieza de panceta –algo siempre recomendable– hay que secar perfectamente la piel con la ayuda de papel absorbente hasta que no quede ni rastro de humedad. A continuación pinchamos la piel con la ayuda de una puntilla fina y marcamos la piel en tiras, cuadrados, rombos que, además de decorar, nos servirán para cortar la pieza una vez asada.

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Precalentamos el horno a unos 250ºC. Salpimentamos la parte inferior de la pieza, disponemos las hojas de salvia en el fondo de una fuente –de metal a ser posible– y acomodamos la carne sobre éstas con la piel hacia arriba. Para terminar salamos la piel generosamente introducimos la pieza –una vez el horno haya alcanzado la temperatura– durante unos 20 minutos hasta que la piel se hinche y quede crujiente, cuidando de que no llegue a quemarse.

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Extraemos la fuente del horno y bajamos la temperatura a 150ºC. Añadimos la leche en el fondo de la fuente –ojo, si la fuente es de cristal, la leche ha de estar caliente para que el vidrio no se rompa por contraste– cuidando que la piel no entre en contacto con el líquido. Si fuera necesario se puede añadir algo más de leche –o agua-. Reintroducimos el asado en el horno y dejamos que la carne se vaya cociendo-asando durante unas dos horas y media cuidando tanto de que la piel no se queme como de que siempre haya suficiente líquido en el fondo de la fuente.

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Antes de finalizar el asado comprobamos –con un tenedor– que la carne resulte perfectamente tierna y jugosa. La retiramos sobre una rejilla para que escurra los líquidos –que desecharemos– y nos preparamos para servir inmediatamente.

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Cortamos la panceta aprovechando las marcas que hayamos hecho en la piel y depositamos un par de lonchas por plato. Acompañamos el asado con una sencilla ensalada, unos pimientos asados fríos o con una refrescante y, por qué no, salsa ligeramente picante. Y esto es todo, les dejo en compañía de este suculento asado en dos tiempos que, a buen seguro, hará las delicias de propios y convidados. Ha sido, como siempre, un placer y… bon appétit!

Categorías:Carnes, Segundos platos

Etiquetado:Asados, Especias, Leche, Panceta, Salvia

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Zurrukutuna o Sopa de Ajo y Bacalao

Publicado el domingo, 14 febrero, 2016

Si la semana pasada preparábamos unos rápidos y sabrosos buñuelos de coliflor «reciclados», esta semana quiero traeros –o presentaros a quienes no la conozcáis– la zurrukutuna, una sopa tradicional del País Vasco que, afortunadamente, ha sido capaz de sobrevivir a los embates de las modas y los tiempos. Es ésta una receta de subsistencia, de tiempos pobres –no tan tejanos como a veces nos gustaría creer– en los que comer consistía simplemente en proporcionar al cuerpo la energía suficiente para sobrellevar los días y sus tareas, en un entorno inhóspito, y disponiendo únicamente de poco más que unos trozos de pan que llevar a la cazuela, la boca y el estómago.

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No deja de resultar curioso ver como el pan –tal vez el primer aliado de la humanidad en su largo camino hacia la civilización– aparece en innumerables recetas tradicionales, todas ellas de origen tan humilde como cargado de historias, recuerdos, aromas y añoranzas. Migas, gazpachos y salmorejos, torrijas, sopas -«plato compuesto de rebanadas de pan empapadas en un líquido alimenticio» según la Real Academia– en cuales quiera de sus innumerables variantes, tostadas o picatostes son solo algunos ejemplos de la ingeniosa utilización –y reutilización en muchos casos– del pan en nuestras cocinas.

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Hoy vamos a preparar una variante de la sopa más clásica y sencilla –aceite, ajo, pan seco y agua– a la que, como si un día de fiesta se tratara, añadiremos un poco de bacalao desmigado, tomate y carne de pimiento choricero. Es costumbre por estas tierras utilizar un pan especial para estas recetas llamado «sopako», es decir (pan) de sopa. Su característica principal es su horneado fuerte, el cual seca completamente la masa fermentada dejando el pan sin la esponjosidad de su miga y con un tono que varía entre el tostado fuerte y el casi quemado, proporcionando a las sopas y salsas elaboradas con él una gran consistencia y aroma levemente ahumado. Si no disponéis de este pan, podéis recurrir a un pan duro que podéis hornear unos minutos para acabar de secar y dorar. Vamos con el resto de ingredientes;

  • 150 gramos de Bacalao en lomos –o desmigado-.
  • Medio Sopako o Pan de Sopa –también llamado pan Pistola-.
  • Cuatro dientes de Ajo –podéis utilizar más o menos, al gusto-.
  • Cuatro Pimientos Choriceros –solo emplearemos su carne-.
  • Cuatro cucharadas de Tomate Frito casero –o envasado de calidad-.
  • Una Guindilla o Pimienta Cayena –al gusto-.
  • Aceite de Oliva Virgen Extra.
  • 25o mililitros de Caldo de Pescado.
  • Cuatro Huevos medianos –opcionalmente-.
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Como siempre que utilizamos bacalao –y salvo que ya esté desalado– la primera tarea es hidratarlo y eliminar el exceso de sal. Mi sistema –como ya habéis podido leer detalladamente aquí o aquí– consistente en desalarlo temperatura ambiente durante 36 horas con cambio de agua cada 12. Una vez desalado lo desmigamos, reservamos las pieles para hacer un crujiente, pasamos por agua fría el resto y dejamos escurrir en un colador.

Al mismo tiempo ponemos los pimientos choriceros a remojo en agua tibia durante unas 12 horas –lo ideal es hacerlo junto con el último cambio de agua, en un recipiente aparte, obviamente-.

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Tomamos una cazuela amplia y baja y pintamos el fondo generosamente con aceite de oliva. Laminamos los ajos y los pochamos suavemente hasta que tomen un bonito color dorado. Incorporamos la guindilla troceada y, una vez los ajos comiencen a tostarse, podemos optar por dejarlos –con lo que sabor será más intenso– o retirarlos, al gusto de cada cual. Incorporamos el bacalao escurrido y movemos la cazuela en un suave vaivén para mezclar los sabores y ligar ligeramente la salsa.

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Cortamos el pan en rebanadas finas y las salteamos junto con el bacalao hasta que absorban todos los líquidos y comiencen a tomar color. Incorporamos la carne de los pimientos choriceros, el tomate frito y el caldo de pescado y dejamos cocer muy suavemente durante una hora –aproximadamente– removiendo de vez en cuando. Es importante ir deshaciendo –con la ayuda de una cuchara de madera– las rebanadas de pan a fin de obtener una textura densa. Finalmente podemos incorporar algo de agua –o más caldo– a fin de obtener la densidad que deseemos –personalmente prefiero que resulte bastante consistente-.

Mientras tanto podemos preparar un crujiente con las pieles de bacalao que hemos reservado. Las lavamos bien, secamos y las colocamos sobre un trozo de papel sulfurizado. Horneamos con la parte oscura hacia arriba a unos 150ºC durante una hora. Una vez bien secas y crujientes las reservamos hasta el momento de emplatar.

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Unos minutos antes de servir podemos preparar unos huevo, bien escalfándolos en la propia sopa –método tradicional– o hirviéndolos durante cinco minutos hasta que la clara cuaje y la yema resulte templada –los famosos huevos mollet, aquí tenéis una explicación más detallada-.

Vamos con el emplatado; depositamos un par de cucharadas de zurrukutuna en un bol de mesa o plato hondo, colocamos un huevo sobre ella y decoramos con una rebanada de pan tostado, un crujiente de bacalao, una hojita de perejil y un finísimo hilo de aceite de oliva virgen extra. Ya solo falta tener a mano una buena botella de vino y ganas de disfrutar de esta tradicional y exquisita receta. Así que, con su permiso, me retiro a dar buena cuenta de mi ración. Que ustedes la disfruten y… bon appétit!

Categorías:Caldos, Cremas y Sopas, Primeros platos

Etiquetado:Bacalao, Guisos, Huevos, Pan, Pimiento, Tomate

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Buñuelos de Coliflor y Roquefort con su «Negronesa» de Tinta, Cilantro y Ajo

Publicado el viernes, 5 febrero, 2016

Esta es una receta dedicada especialmente a quienes somos incapaces de deshacernos de la comida sobrante. Muchas veces es suficiente con un poco de buena voluntad e imaginación para revivir esos trozos de carne, pescado, verduras o, como en este caso, coliflor. Yo la denomino «la cocina del reciclaje» y es la madre de multitud de recetas –y de experimentos– que, a veces, acaban convirtiéndose en recetas por sí mismas y ganándose su propio espacio en mi recetario. Espero que así sea también en el vuestro.

En este caso todos los ingredientes pueden ser reciclados; un par de ramilletes de coliflor ya cocidos, un poco de queso azul –otra de mis debilidades-, un sobrecito de tinta de calamar –o sepia-, unos recortes de panceta o papada… Pero también podemos hacernos con los pocos y sencillos ingredientes y preparar esta entrada o plato principal –si la acompañamos de una buena y variada ensalada-. El proceso es el mismo –prácticamente– que utilizamos cuando preparamos los Buñuelos de Bacalao; rápido, sencillo y, sobre todo, muy sabroso.

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En esta ocasión vamos a acompañar los buñuelos con una mahonesa diferente, elaborada con un par de dientes de ajo, unas ramitas de cilantro y un sobre de tinta de sepia y que acompañaremos con unas pequeñas tiras de panceta crujiente a modo de contraste de texturas y sabores. Vamos con la lista de ingredientes:

  • Media Coliflor pequeña –unos 200 gramos-.
  • Unos 75 gramos de Roquefort –u otro queso azul; Gorgonzola, Cabraes, Bleu, Stilton, Tresviso… la cantidad puede incrementarse o reducirse al gusto-.
  • Unos 75 gramos de Mantequilla.
  • 125 gramos de Harina.
  • Un sobre de Levadura Royal.
  • Cinco Huevos frescos medianos –uno de ellos para la «negronesa»-.
  • Un diente de Ajo –o dos si queréis más sabor-.
  • Un par de ramitas de Cilantro picado muy finamente –solo las hojas-.
  • Unos 125 mililitros de Aceite de Oliva Virgen Extra y otros 125 de Aceite de Girasol –se puede suavizar o potenciar el sabor variando la proporción entre los aceites, al gusto-.
  • Una cucharada de Vinagre de Sidra –o de manzana-.
  • Un sobre de Tinta de Sepia o Calamar –unos 4 gramos-.
  • Una tira gruesa de Panceta –papada o beicon al gusto y según disponibilidad-.
  • Sal y Pimienta -al gusto y con moderación-.
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Comenzaremos por cocer la coliflor en abundante agua ligeramente salada durante unos 15 minutos hasta que resulte tierna pero no demasiado blanda –siempre y cuando no la tengamos cocida previamente-. Enfriamos y mezclamos, con la ayuda de un tenedor, con el queso azul hasta obtener una pasta regular –no hace falta que sea demasiado homogénea-. Reservamos.

Vamos con la base de los buñuelos. Fundimos la mantequilla en una cazuela amplia. Incorporamos unos 100 mililitros de agua y una pizca de sal y llevamos a ebullición. Añadimos la harina –tamizándola si fuera preciso– y mezclamos hasta obtener una masa perfectamente lisa y homogénea.

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Retiramos del calor y comenzamos a incorporara los cuatro huevos –uno a uno– batiendo constantemente con la varilla. Una vez obtenida una masa fina, incorporamos el sobre de levadura, la crema de coliflor y Roquefort, salpimentamos y volvemos a mezclar. Cuando la mezcla tenga un aspecto uniforme y brillante la dejamos reposar durante un par de horas a temperatura antes de pasar a dar forma a los buñuelos y freírlos.

Preparamos la «negronesa». Para ello ponemos el huevo, vinagre, ajos –o ajo-, las hojas de cilantro picadas muy finamente y un par de cucharadas de la mezcla de aceites en el vaso de la batidora. Comenzamos a mezclar a máxima potencia y, al mismo tiempo, vamos agregando los aceites restantes en un hilo y poco a poco. Una vez alcance una textura firme la reservamos al frío hasta el momento de emplatar.

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A continuación cortamos la tira de panceta en bastoncillos muy finos y los salteamos en seco –sin nada de grasa– hasta que se doren y resulten crujientes. Los retiramos sobre un papel absorbente a fin de retirar la grasa que hayan exudado y los reservamos a temperatura ambiente hasta el momento del emplatado.

Comencemos a freír. Tomamos una cazuela pequeña y alta y en ella colocamos unos cuatro dedos de aceite de oliva. Una vez el aceite esté caliente –a temperatura media/alta– tomamos una porción de la masa en una cuchara –como la mitad de su capacidad– y con la ayuda de otra la dejamos caer en el aceite. Volteamos la masa a medida que se va dorando a fin de obtener un color homogéneo. Finalmente los retiramos con la ayuda de una espumadera a un plato con papel absorbente. Repetimos la operación en tandas de 3 ó 4 buñuelos cada vez hasta terminar con la masa –u obtener las unidades deseadas-.

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Bajo mi punto de vista es fundamental que la temperatura del aceite, además de mantenerse estable, no sea demasiado elevada ya que esto evitaría que los buñuelo terminaran de cocerse en su interior mientras que el exterior correría peligro de quemarse. Una potencia entorno al 60 ó 70% del fuego es más que suficiente para obtener unos dorados y crujientes buñuelos con un leve punto de humedad en su hueco interior.

Una vez bien escurridos, disponemos un par de buñuelos templados en un plato y los acompañamos con una quenelle de «negronesa» –es muy fácil de hacer con un par de cucharas y un poco de paciencia y práctica– que decoraremos con unas tiras de panceta crujiente que, además de servir de decoración, aportan a la receta un toque crujiente, intenso y salino.

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La receta –sea de reciclaje o no– está lista para ser degustada; unos crujientes y aromáticos buñuelos que combinan la melosidad herbácea de la coliflor con el aroma intenso del queso azul y se acompañan perfectamente con la cremosidad de la mahonesa negra y aromatizada. Y así, hemos llegado al final de la receta. Ya solo me queda, como siempre, desear que ustedes la disfruten y… bon appétit!

Categorías:Hortalizas, Legumbres y Verduras, Lácteos y derivados, Pintxos y Entradas, Primeros platos

Etiquetado:Coliflor, Fritos, Harina, Huevos, Mantequilla, Queso, Roquefort

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Carpaccio de Langostinos con su Vinagreta de Naranja picante y Cítricos confitados

Publicado el domingo, 31 enero, 2016

Esta receta es mi aportación a la Edición de Enero 2016 del Juego de Blogueros 2.0, que tan simpática y eficientemente dirige nuestra amiga Mònica desde su Blog Dulcedelimón y que os invito a conocer y disfrutar.

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Podéis deleitaros con el resto de recetas de esta edición del juego dedicada a la naranja en los blogs que escriben nuestras amigas y amigos:

  • Rosemary de Alacartemenus
  • Carlota de Art i Cuina
  • Aisha de La Cocina de Aisha
  • Fran de ¡Cocinar y a comer!
  • Fe de Código Secreto 280
  • Carmen de Croqueteandoo y mas
  • Mònica de Dulcedelimón
  • Rebeca de Enganchados a la Cocina
  • Inma de Entre 3 fogones
  • Ana de Entre obleas y a lo loco
  • Bela de Fácil con Bela
  • Josu de Gordonauta
  • Silvia de Kuinetes
  • Diego de La mejor manera de hacer…
  • Leila de La Nueva Cocina de Leila
  • Carolina de Las recetas de Carol.com
  • Ligia de Los Dulces de Ligia
  • Ester de Los Mundos de Piru
  • Silvia de Mis Deliciosas Tentaciones
  • Noelia de Noestevez’blog
  • Maribel de Picoteando ideas
  • Sara de Recetas & Co.
  • Neus de Rorosacabolas
  • Jokin de The coocking lab
  • Silvia de Unapizcadena

Think orange!

Con esta receta retomo mi actividad en el Juego de Bloqueos tras demasiados meses sin participar –desde Agosto!– con renovadas fuerzas y un montón de compañeras y compañeros nuevos; bienvenidos y bien hallados!

Ya que el reto de este mes nos proponía presentar una receta en la que la naranja fuera uno de los ingredientes principales, me propuse llevar, como de costumbre, esta fruta a mi zona de confort –donde gobierna lo salado– y aprovechar sus características para «cocinar» –a través de sus ácidos– y perfumar con su intenso aroma y dulzor unos riquísimos langostinos crudos. Para personalizar el sabor –los sabores más concretamente– y, de paso, potenciar el conjunto, decidí incorporar un toque de picante en la naranja.

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El punto final –el complemento– también es bastante lógico; más acidez y dulzor aportado por finas tiras de pieles de cítricos –limón, lima, pomelo y naranja– que confitaremos y cristalizaremos.

La receta resultante es una deliciosa, sencilla y refrescante entrada compuesta en tres partes y que conjuga la salinidad de los langostinos con la acidez, dulzor y suave picor de la vinagreta y los cítricos confitados. Vamos con los ingredientes:

 

Para el Carpaccio de Langostinos:

  • Una docena de Langostinos crudos de buen tamaño.
  • Aceite de Oliva Virgen Extra.
  • Sal gruesa.

Para la Vinagreta de Naranja picante:

  • Cuatro Naranjas grandes –utilizaremos el zumo y las pieles-.
  • Un Limón –utilizaremos el zumo y las pieles-.
  • Una cucharada de Mostaza suave.
  • Unos 200 mililitros de Aceite de girasol -o de oliva para un sabor más intenso-.
  • Una cucharadita de Piment d’Espelette molido o media Pimienta Cayena –al gusto-.
  • Sal y Pimienta –al gusto-.

Para los cítricos confitados:

  • Un puñadito de tiras muy finas de pieles de Naranja, Limón, Lima y Pomelo –al gusto-.
  • 150 gramos de Azúcar.
  • Un Anís Estrellado –opcional-.
  • Un bastoncillo de Canela –opcional-.
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Confitando, que es gerundio.

Comenzaremos por el proceso que más tiempo va a necesitar; el confitado de las pieles de los cítrico –si bien es extremadamente sencillo-. Lavamos muy bien, a ser posible con la ayuda de un cepillo, unas tiras de pieles de naranja, limón –podemos aprovechar las que vamos a utilizar para la vinagreta-, lima y pomelo. Retiramos la parte blanca interior y las recortamos en tamaños similares –unos 50 x 3 milímetros– y las reservamos.

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Llevamos medio litro de agua a ebullición y sumergimos las pieles durante unos cinco minutos. Las retiramos, desechamos el agua y volvemos a llevar a ebullición otro medio litro de agua. Volvemos a blanquear las pieles otros cinco minutos y desechamos de nuevo el agua. Finalmente llevamos a ebullición otro medio litro de agua, esta vez acompañado por el azúcar y, opcionalmente, el anís estrellado y la barrita de canela e incorporamos las cortezas cítricas.

Dejamos cocer lentamente durante unos 90 minutos hasta que las tiras queden perfectamente confitadas y translúcidas. Pasamos las tiras a una rejilla para que se escurran, enfríen y sequen teniendo cuidado de distribuirlas bien separadas. Una vez frías las reservamos.

La Vinagreta de Naranja picante.

Comenzamos por exprimir el zumo de las cuatro naranjas –ha de resultar aproximadamente medio litro-. Lo colamos cuidadosamente y hervimos a fuego medio hasta que se reduzca en un cuarto y lo dejamos enfriar.

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Tomamos los langostinos y, con la ayuda de un cuchillo, separamos las cabezas reservando el resto al frío. Salteamos estas cabezas en seco –sin nada de aceite– a fuego muy fuerte durante unos segundos. Pasamos las cabezas a un colador fino, recogemos el líquido que desprenda –aplastando con la ayuda de una cuchara o mano– y lo incorporamos al zumo de naranja reducido para potenciar el sabor marino. Añadimos, también, el zumo del limón, la cucharada de mostaza dulce, la cucharada de Pimiento de Espelette –o la cayena desmenuzada– y salpimentamos.

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Pasamos esta mezcla al vaso mezclador y comenzamos a montar incorporando el aceite de girasol –o de oliva, al gusto– poco a poco hasta obtener una textura de mahonesa ligera. Reservamos la vinagreta en frío hasta la hora de emplatar.

El Carpaccio de Langostinos.

Comenzaremos retirando los nervios e intestinos, con la ayuda de una puntilla. Para ello pelamos los langostinos y, a continuación, hacemos un leve corte, casi superficial en el lomo de cada uno de ellos. Una vez retiradas las vísceras abrimos cada pieza en forma de libro sin llegar a separarlos del todo.

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Cortamos cuatro trozos de papel sulfurizado y los pintamos con un poco de aceite de oliva. Colocamos los langostinos abiertos, dejando espacio entre ellos, añadimos unos granos de sal gruesa y tapamos con otro de los papeles engrasados. Con la ayuda de una sartén de fondo grueso golpeamos los langostinos hasta que alcancen un grosor de uno o dos milímetros –algo menos si preferís un carpaccio más ligero-. Finalmente introducimos los langostinos –con sus correspondientes papeles– en el congelador durante al menos una hora. Todos los ingredientes de la receta están listo para combinar y emplatar.

Emplatado y presentación.

En el momento de emplatar sacamos los langostinos del congelador y los separamos con mucho cuidado de los papeles en los que hemos preparado el carpaccio. Disponemos un par de piezas por plato, salseamos pintando con un poco de la vinagreta de naranja picante y terminamos decorando con unas cortezas confitadas unas ramas de cebollino fresco –opcionalmente-.

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La acidez de la vinagreta cocerá la carne del marisco congelado y, al mismo tiempo, aportará todos sus sabores cítricos, marinos y ligeramente picantes. El contraste de texturas y sabores que aportan las cortezas de cítrico confitadas acaban por redondear este sencillo y refrescante plato que esperamos ustedes disfruten, al menos, tanto como nosotros lo hemos hecho –y seguiremos haciendo-.

Y, como de costumbre, solo me resta concluir diciendo que he disfrutado trabajando tanto en la idea, como en la elaboración y degustación de esta receta, fruto de un reto apasionante de investigación, innovación y cata y del que, estoy convencido, todos sacamos buenas y sabrosas lecciones. Esto es el Juego de Blogueros 2.0. Espero que ustedes también lo disfruten. Por mi parte ya solo me resta desearles todo lo mejor y, como siempre… Bon appétit!

Categorías:Juego de Blogueros 2.0, Pescados y Mariscos, Pintxos y Entradas

Etiquetado:Azúcar, Especias, Langostinos, Mostaza, Naranjas

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Ensalada templada de Judías Verdes con salsa «Sweet & Spicy»

Publicado el lunes, 25 enero, 2016

Esto del retorno a la vida y actividad «normal» no tiene por qué ser aburrido. Como tampoco tiene que serlo el necesario reajuste dietético destinado a hacernos olvidar los excesos –ligeros o no tanto– propiciados por las mesas y sobremesas de estas fechas navideñas y de inicio de año –por no citar otros eventos como los días de santo Tomás, Reyes, san Sebastián y cumpleaños varios-. Sin comentarios.

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Así que vamos con una ligera ensalada templada a base de judías verdes planas –vainas que se llaman por estas tierra-, zanahorias y patatas que aliñaremos, a la hora de servir, con una salsa templada dulce y picante -sweet & spicy– y que aportará un punto de alegría a verduras, tubérculos y comensales. Terminaremos la receta coronándola con un huevo mollet, capaz de convertir esta sencilla ensalada en un completo, ligero y sabroso plato único.

En esta receta es fundamental ajuste entre los diferentes sabores, que ha de ser armónico para no enmascarar en exceso el sabor de los vegetales y, al mismo tiempo, adecuado a nuestros gustos. Habrá quien prefiera que predomine sabor dulce, el salado o el picante y, para ello, nada mejor que ir probando la salsa y rectificándola a nuestro gusto a medida que vamos cocinando –esto es tan obvio como importante-. Vamos con los ingredientes.

  • Medio kilo de Judías Verdes planas y frescas –también las hay congeladas de muy buena calidad y durante todo el año-.
  • Un par de Patatas medianas.
  • Tres Zanahorias medianas.
  • Una Cebolla Blanca.
  • Un par de dientes de Ajo.
  • Una pizca de Tomillo.
  • Una cucharadita de Harina.
  • Media docena de Anchoas en aceite de oliva –al gusto-.
  • Una cucharada rasa de Piment d’Espelette o una Pimienta Cayena -al gusto-.
  • Un par de cucharas de Tomate Ketchup –al gusto-.
  • Aceite de Oliva Virgen Extra.
  • Sal –al gusto y con moderación-.
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Comenzamos por limpiar y trocear las judías, retirando las puntas y los nervios laterales –hilos-. Limpiamos, pelamos y troceamos las patatas y las zanahorias en forma de bastón de tamaña similar y, finalmente, cocemos todos los vegetales en agua hirviendo ligeramente salada durante unos 20 minutos –mejor un poco al dente que blandos-. Escurrimos, colamos y reservamos el caldo de la cocción y los vegetales por separado y a temperatura ambiente.

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Vamos con la salsa. Picamos finamente la cebolla y los dientes de ajo y los pochamos en un poco de aceite de oliva hasta que comiencen a volverse transparentes –sin que tomen color-. Añadimos las anchoas y removemos hasta que se deshagan. Incorporamos el tomillo, la cucharadita de harina, removemos bien y dejamos cocer durante un par de minutos. Mojamos con el caldo de cocción de los vegetales hasta obtener una salsa homogénea y ligeramente fluida –podemos ajustar el punto añadiendo más o menos caldo-. Agregamos el Pimiento de Espelette o la cayena y el tomate Ketchup. Volvemos a mezclar bien y mantenemos al calor bajo y cuidando que no espese demasiado –podemos seguir añadiendo caldo poco a poco si fuera necesario-.

Momentos antes de servir llevamos ebullición agua abundantemente salada y en ella cocemos los huevos durante cinco minutos. Una vez transcurrido el tiempo los pasamos por agua fría a fin de cortar la cocción lo más rápidamente posible, los pelamos con cuidado y nos preparamos para emplatar.

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Repartimos en unos boles de mesa –o platos hondos– las verduras y salseamos con un par de cucharadas de salsa dulce y picante templada en cantidad al gusto de cada comensal. Finamente rematamos el plato con un huevo mollet que cada cual se encargará de partir y disfrutar. Añadimos un hilo de aceite de oliva y salpimentamos –con moderación-. El huevo, además de completar el plato, aporta una cremosidad complementaria ideal y el contraste entre las verduras y los sabores combinados de la salsa. Un plato sencillo, reconfortante y distinto. Espero que ustedes lo disfruten y, como siempre… bon appétit!

Categorías:Hortalizas, Legumbres y Verduras, Huevos y derivados, Primeros platos

Etiquetado:Anchoas, Guiso, Huevos, Judías, Patatas, Zanahoria

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de las fiestas

Publicado el jueves, 21 enero, 2016

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Aitonas y Soldados, Cantineras y Barriles, Angulas y Cocineros, Gastadores y Etxekoandres, Directores y… fiesta!. Sebastian bat bada zeruan | Donosti bat bakarra mundana | Hura da santua ta hau da hernia | Horra zer dan gure donostia!.

Solo hace unos minutos que se han apagado los tambores tras veinticuatro intensas horas de fiesta. Tal vez haga falta ser donostiarra para entender qué es y qué significa esta fiesta tan popular, tan ruidosa, tan nuestra. O tal vez sea mucho más sencillo y no haya nada que entender y sí mucho que disfrutar.
Se han apagado los tambores, pero solo por unos días. Comienza el año de la Capital Europea de la Cultura –DSS2016EU-. Comienza la otra fiesta, la gran fiesta. Y esta va a durar todo el año. Sea bienvenida. Sean Bienvenidos!

Categorías:De sobremesa

Etiquetado:Fotografía, Palabras

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Alcachofas con Almejas y Gambas

Publicado el martes, 12 enero, 2016

Y así, con la suavidad y delicadeza que exigen tanto el inicio de este nuevo año como el retomar de mi actividad bloguera, vamos a ir pasando a la cocina –mini y temporal, cosas de los traslados– con renovadas fuerza y contenido apetito.

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Si hubiera de describir en una sola palabra esta sencilla y deliciosa receta, ésta sería, sin ninguna duda, equilibrio. Los tres elementos –y sabores– principales son tan peculiares como comedidos, se complementan a la perfección y dan lugar a lo que sin ningún género de duda es –al menos para quien esto escribe– una combinación ganadora. Soy un fan declarado de las alcachofas –es mi sexta receta con las reinas de la huerta– y esta elaboración, que aúna lo mejor de la tierra y el mar, es una de mis preparaciones preferidas.

En esta ocasión vamos a redondear la clásica receta de alcachofas con almejas añadiendo unas gambas frescas que además de aportar su sabor, color y textura, nos van a posibilitar crear un delicado y marino fondo de cocción que las matiza y potencia. Vamos con los ingredientes.

  • Una docena de Alcachofas Navarras –frescas y de tamaño medio-.
  • Medio kilo de Almejas.
  • Media docena de Gambas Rojas frescas –o congeladas de calidad-.
  • Una Zanahoria mediana.
  • Dos Cebollas blancas pequeñas.
  • Un Bouquet de Tomillo y Laurel –o una ramita y un par de hojas de las mismas-.
  • Unas ramitas de Perejil fresco.
  • Dos dientes de Ajo.
  • Una Guindilla o Pimienta Cayena –al gusto-.
  • Una cucharada rasa de Harina.
  • Un vasito de Vino Blanco seco –unos 200 mililitros-.
  • Aceite de Oliva Virgen Extra.
  • Sal y Pimienta –al gusto y con moderación-.
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Comenzaremos por limpiar las alcachofas retirando las hojas exteriores, cortando las puntas, tallando las bases y reservándolas en agua helada con unas ramitas de perejil a fin de que no se oxiden –el proceso detallado está explicado en esta otra receta-. Acercamos una cazuela con agua y un poco de sal al fuego fuerte y, una vez comience a hervir, incorporamos las alcachofas y las cocemos durante unos 10 ó 12 minutos –en función de su tamaño-. Retiramos del fuego y reservamos dejando enfriar en el agua de cocción. Al mismo tiempo purgamos las almejas dejándolas en un bol con agua fría y un buen puñado de sal.

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Sigamos. Acercamos al fuego fuerte una sartén mediana con una gota de aceite de oliva y, una vez alcance temperatura, tostamos las gambas durante unos segundos por cada lado –no se trata de hacerlas si no de que la piel se chamusque ligeramente-. Separamos las cabezas y las reservamos para el fumet. Reservamos a su vez los cuerpos a temperatura ambiente hasta el último momento.

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Tomamos una cazuela mediana y colocamos en ella las cabezas de las gambas, la zanahoria y las cebollas peladas y troceadas, el bouquet, unos 750 mililitros de agua, a mitad del vino blanco –unos 100 ml-, un hilo de aceite de oliva, unos granos de pimienta y una pizca de sal. Llevamos a ebullición y dejamos hervir suavemente durante unos veinte minutos espumando las impurezas. Finalmente colamos aplastando bien todos los ingredientes y reservamos el líquido. Fumet listo.

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Pintamos con un poco de aceite el fondo de una cazuela amplia y baja. Incorporamos los ajos pelados y picados junto con la cayena y doramos levemente. Añadimos la harina y la tostamos suavemente con unos granos de sal. Incorporamos el resto del vino, mezclamos y dejamos evaporar. Por último añadimos el fumet, mezclamos y dejamos cocer unos minutos a fuego medio –el proceso habitual para preparar una salsa verde-.

Introducimos las almejas –por tandas– en la salsa y, una vez abiertas, las retiramos reservándolas. Volvemos a dar un leve hervor a la salsa, incorporamos con cuidado las alcachofas escurridas y troceadas y cocemos un par de minutos más.

AlcAlmGamb05

Finalmente retiramos del calor, añadimos las almejas y las gambas, tapamos la cazuela y dejamos reposar un par de minutos a fin de que el calor residual termine la cocción. Movemos un par de veces la cazuela –con delicadeza– para mezclar y homogeneizar los ingredientes, espolvoreamos un poco de perejil picado finamente. La receta lista para ser servida y degustada.

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Así es esta receta, cuya elaboración es realmente sencilla y que combina a la perfección los sabores y aromas de la tierra y el mar. Un deleite perfecto para estos días de retorno al peso per-navideño y en los que las alcachofas florecen y abundan en todas nuestras geografías. Espero que ustedes la disfruten y como siempre… bon appétit!

Categorías:Hortalizas, Legumbres y Verduras, Pescados y Mariscos

Etiquetado:Alcachofa, Almejas, Cebolla, Gambas, Guisos, Laurel, Vino

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de aves y augurios

Publicado el martes, 5 enero, 2016

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La ornitomancia (en griego οἰωνίζομαι) es una de las artes adivinatorias que se practicaban -entre otros lugares- en la antigua Grecia. Se basaba en predicciones a partir del comportamiento de las aves (ornito-): el vuelo, las migraciones, los cantos, etc. «¡Dichoso aquel que, sabiendo todas estas cosas, irreprochables ante los dioses, se entrega al trabajo sin cometer falta alguna, observa los augurios de las aves y huye de las malas acciones!» | Trabajos y días | Hesíodo |

Las aves y sus lecturas; sus vuelos imprevisibles, sus cantos más o menos acertados, sus giros a diestra o siniestra o su deambular solitario o en multitud escribiendo en el aire el destino y la fortuna que solo ciertos adivinos eran –o son– capaces de interpretar. Señales buenas, pájaros buenos, buena fortuna. Señales malas, pájaros malos, mala fortuna. Parece sencillo, zori-onak; los pájaros buenos, los buenos augurios.

Una tradición milenaria de muchos pueblos europeos –griegos, celtas, romanos...- que se ha mantenido en la raíz de nuestro peculiar modo de felicitar, ya sea un cumpleaños, una buena nueva o un año que está comenzando. Y es, por ello, más que una mera felicitación, es un modo de augurar –y desear– todo lo bueno que está por llegar. Proactividad que dirían los más modernos.

Así pues, una vez consultado el vuelo de las aves en la playa y parque de Ondarreta, no puedo por menos que auguraros y desearos todo lo mejor para este nuevo año que –espero y deseo– vamos a disfrutar juntos. Los augurios son favorables: zorionak y feliz 2016!

Categorías:De sobremesa

Etiquetado:Fotografía, Palabras

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